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BLOG DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL Y ACCIÓN SOCIAL

Artículo: La Cooperación internacional y los desastres naturales

Autor: Manuel García

 

 

Un movimiento sísmico, un huracán o cualquier otro fenómeno extremo de la naturaleza se convierten en desastre o catástrofe cuando ocasiona pérdidas humanas o económicas.

Las consecuencias de los desastres naturales no deben mirarse únicamente desde el punto de vista de las vidas que se pierden, sino también desde el punto de vista económico, porque constituyen un obstáculo para el desarrollo económico y social de la región, especialmente en los países en desarrollo.

 

En ellos, un desastre puede ocasionar una reducción del Producto Nacional Bruto (PNB) por varios años. Por ejemplo, una inundación arrastra la capa fértil del suelo y tarda años en recuperarse. Se ha calculado que las pérdidas del PNB debidas a los desastres pueden ser, en proporción, 20 veces mayores en los países en desarrollo que en las naciones más adelantadas.

 

La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) ha calculado que la sequía registrada en los años 70 en El Sahel (África) redujo a la mitad el PNB de los países del área: Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania, Níger y Senegal.

 

Los desastres pueden tener consecuencias tardías, es decir que sólo se pueden evaluar a lo largo de varios años. Una sequía o una inundación pueden afectar la economía de la región o de un país de manera tal que repercuta en la calidad de vida y en la salud de su población por varios años, incluso décadas.

 

Según la Oficina del Coordinador de las Naciones Unidas para el Socorro en Casos de Desastre (UNDRO), las inundaciones registradas en 1972 en Filipinas, retrasaron los esfuerzos de desarrollo del país entre tres y cinco años.

 

Una de las causas más importantes de la lentitud en el proceso de recuperación y reconstrucción de los países en desarrollo y subdesarrollados después de un desastre, es porque no cuentan con un alto porcentaje de bienes asegurados como los países desarrollados.

 

El huracán Andrew que azotó a Estados Unidos en 1992, ocasionó 30.000 millones de dólares de pérdidas, pero el 75% corrieron a cargo de compañías aseguradoras. En cambio, las inundaciones y deslizamientos de tierras que asolaron China en 1996, provocaron un perjuicio económico de 24.000 millones de dólares, pero sus seguros no alcanzaron a cubrir ni el 2% de las pérdidas.

 

Además, pasado el fenómeno, las víctimas no sólo necesitan ayuda material sino también apoyo psicológico.

 

Un punto a tener en cuenta es que los desastres o catástrofes originados por fenómenos naturales son cada vez mayores y acarrean pérdidas millonarias.

 

Los científicos que observan, registran y analizan la dinámica natural afirman que la frecuencia de los casos extremos no ha aumentado considerablemente.

 

La magnitud de la problemática parte del aumento de la población mundial y de la pobreza. Los riesgos tanto físicos (lesiones y muertes) como sociales y económicos son agravados por el dónde y el cómo construye el hombre sus viviendas.

 

En la actualidad, al menos un cuarto de la humanidad vive en zonas vulnerables a los desastres, sobre todo en los países en desarrollo y subdesarrollados. En ellos, la gente asienta sus viviendas en lugares propensos a sufrir estas catástrofes.

 

Por ejemplo, en las zonas de montañas, los sectores de escasos recursos, construyen en las laderas, donde los aludes pueden arrastrar pueblos enteros, como sucedió en El Nevado del Ruiz (Colombia), o como en Brasil, donde un alud se cobró más de 600 vidas. 


Otro ejemplo a analizar, son las viviendas asentadas en las riberas de ríos. En los momentos en que los mismos aumentan su caudal, desbordan y producen graves inundaciones.

 

Un factor a tener en cuenta es la falta de conciencia y cuidado del medio ambiente que se materializa en la desforestación y en la contaminación agravando los efectos de los fenómenos naturales.

 

Las selvas taladas de las laderas de las montañas favorecen las avalanchas o aludes, y sus sedimentos rellenan los cauces de los ríos, haciendo que se desborden con mayor frecuencia, pero cobrándose miles de vidas.

 

Los expertos han clasificado más de 20 riesgos capaces de producir desastres.

Abarcan desde terremotos hasta nieblas y brumas, pero los más importantes son: 

 

  • Hidrológicos: oleajes tempestuosos, tsunamis.

 

  • Meteorológicos:    inundaciones, huracanes, ciclones, tifones, tornados, sequías, heladas, granizadas, olas de frío o de calor, nevadas o temporales de invierno.

 

  • Geofísicos:    movimientos sísmicos y vulcanismo, avalanchas, derrumbes, aluviones, aludes.

 

 

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