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BLOG DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL Y ACCIÓN SOCIAL

Artículo: Distribución geográfica de la ayuda oficial para el desarrollo

Manuel García

 

 

África Subsahariana constituye la principal región destinataria de la ayuda. No en vano es en esa región donde más agudos son los niveles de pobreza.

 

La insistencia de la Declaración del Milenio en la lucha contra la pobreza extrema como objetivo central de la ayuda ha tendido a reforzar el papel de África Subsahariana como receptora de los recursos. En concreto, si hacia África Subsahariana iba dirigida en promedio, el 29% de la ayuda bilateral del bienio 1996-1997, esa cuota alcanza el 39% en los últimos años.

 

El peso que la región tiene en la ayuda de los países de la UE es todavía mayor: hacia esa región africana orienta, en promedio, casi la mitad (el 49%) de su ayuda bilateral.

 

Una segunda región que es objeto de acusada atención internacional es Oriente Medio y el Norte de África, si bien en este caso la transferencia de recursos ha estado muy influida por la cambiante situación política de la zona. En concreto, a esta región se destinaba el 15% de la ayuda en 1996-2007, pero en el último bienio la cifra se elevó al 20%.

 

La tendencia de la cooperación con la región de los países de la UE es virtualmente la misma, si bien partiendo de niveles inferiores (pasa del 14 al 18%). En esta tendencia han influido no sólo las acrecentadas necesidades humanitarias en los Territorios Palestinos, sino también las que derivan de la intervención en Irak.

 

Asia fue en el pasado una importante receptora de ayuda internacional, especialmente concentrada sobre los países más pobres de su región meridional. No obstante, en la última década se ha producido un importante progreso económico de la región, que hizo disminuir la incidencia de la pobreza en algunos de sus países más altamente poblados (como China e India).

 

Como consecuencia, el peso que tiene esta región como receptora de ayuda, aunque sigue siendo importante, ha descendido. En concreto hacia el Sur y el Centro de Asia se orienta el 13% de la ayuda bilateral (el 9% de la procedente de la UE) y hacia el resto de Asia va el 15% de los recursos (el 9% de los procedentes de la UE).

 

Otra región que ha experimentado un retroceso significativo como receptora de recursos de ayuda es América Latina. No sólo han descendido los recursos, que pasan del 13 al 8% en la última década, sino también el número de los donantes que tienen presencia activa en la región. Por último, la ayuda dirigida a los países pobres de Europa apenas se ha alterado en el periodo manteniéndose en niveles relativamente menores, cercanos al 5%, tanto en el caso de la UE como del CAD en general.

 

En suma, haciendo balance, hay dos regiones que han incrementado su peso entre los receptores de ayuda a lo largo del último decenio: África subsahariana, por una parte, y los países de Oriente Medio, por la otra. Está claro que en este segundo caso hay elementos de oportunidad (circunstancias políticas) que lo explican y que hacen poco sostenible esa tendencia en el medio o largo plazo. De tal modo que el cambio más visible y duradero es el creciente protagonismo de África en el seno del sistema de ayuda.

 

Resulta también relevante la distribución de los recursos de acuerdo con el nivel de renta de los países receptores. A lo largo de los años el mundo en desarrollo se ha hecho más diverso y heterogéneo. En consecuencia, es más difícil la realización de diagnósticos que se pretendan universalmente compartidos.

 

Para superar esta dificultad, tanto estudiosos como instituciones internacionales han tratado de agrupar los países en grupos más homogéneos y representativos. Una de las clasificaciones más habitualmente utilizadas es la que proporciona el Banco Mundial al agrupar los países, de acuerdo a su nivel de PIB per cápita, en estratos de renta baja, media y alta. El Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE adoptó, con leves modificaciones, esa misma clasificación al establecer la relación de países que son objeto de AOD.

 

Pues bien, acorde con su función redistributiva de la ayuda, una parte importante de sus recursos se ha destinado a los países de menor desarrollo relativo: los países menos adelantados (PMA). De hecho, hacia ese grupo se orienta cerca del 27% de la ayuda bilateral. No obstante, una cuota similar, del 29% de los recursos, se ha orientado hacia los países de ingreso medio-bajo.

 

Otros países de bajo ingreso reciben el 13% de los recursos; y finalmente, a los países con ingreso medio-alto se destina una cuota marginal del 3% de los recursos de la ayuda bilateral.

 

La imagen ofrecida acerca de la orientación de la ayuda se ve levemente modificada cuando las cifras se ponen en relación bien con la población, bien con el PIB de los distintos grupos de países receptores.

 

En concreto siguen siendo los PMA los que reciben mayor ayuda per cápita: el incremento más reciente ha hecho que los recursos recibidos casi se hayan duplicado, pasando de 12 a 23 dólares per cápita entre 2000 y 2018. Los países con ingreso medio-bajo son los que ocupan el segundo lugar en la escala, con 6´5 dólares: una cifra sensiblemente superior a la que se destina a otros países de bajo ingreso, que apenas llegan a 3´8 dólares.

 

Estos resultados podrían verse influidos por el tamaño demográfico de los países: dada la existencia de una cierta indivisibilidad en la ayuda existe un sesgo a favor de los países de menor dimensión (y en contra de los más poblados) en la asignación de los recursos, lo que puede beneficiar a aquellos grupos con mayor presencia en pequeños países.

 

Si se acude a la relación entre la ayuda y el PIB de los receptores se mantiene la jerarquía que cabría esperar: son los PMA los que encabezan la relación, seguidos de los otros países de bajo ingreso, y con una cuota menor, los países de ingreso medio-bajo. En este caso, además, la cuota correspondiente a los países de renta media-alta es relativamente marginal. Esta distribución parece más acorde con la función distributiva a la ayuda: en todo caso, conviene llamar la atención acerca de la limitada diferencia que rige entre las cuotas correspondientes a otros países de bajo ingreso y los de ingreso medio-bajo.

 

Como resulta lógico esperar, son los países de renta media los que sufren las consecuencias de este desplazamiento de la ayuda hacia los países más pobres.

 

En concreto, la cuota correspondiente a los países de renta media cae en siete puntos porcentuales en el caso de la procedente del CAD y en seis puntos en la que tiene su origen en la UE.

 

Forma parte de los acuerdos internacionales el compromiso de que los donantes orienten hacia los PMA una cuota de ayuda que se sitúe entre el 0,15 y el 0,20% de su PIB.

 

Ese compromiso fue inicialmente suscrito en una de las Cumbres que la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD por sus siglas en inglés) convocó sobre los PMA y ha sido confirmado en diversos foros internacionales, el más reciente el celebrado en Accra, en 2008.

 

Pues bien, cuando se registra el comportamiento que en este aspecto tienen los donantes el balance no es demasiado satisfactorio. Sólo nueve países de los 22 del CAD cumplen con ese objetivo; y, en todo caso, el promedio del CAD está muy por debajo de esa meta (0,09%). Si se mira, sin embargo, con cierta perspectiva, se observa que la tendencia histórica es de una cierta mejora: hace una década sólo cuatro países cumplían el objetivo y el promedio del CAD se situaba en 0,05%.

 

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