Artículo: Distribución sectorial de la ayuda oficial para el desarrollo
Manuel García
Un primer rasgo destacable es el incremento que experimenta el peso relativo de las intervenciones en el sector de infraestructuras y servicios sociales. En concreto, a ese gran agregado se dirigía el 25% de la ayuda a mediados de los años ochenta, pero en la actualidad concentra algo más del 36% de los recursos.
En este agregado se contiene el grueso de las intervenciones de contenido más social, como las dirigidas al sector de la educación (9% de la ayuda en 2011), a la salud (5%), a ámbitos relacionados con la población (6%) o las actividades en materia de fortalecimiento institucional y buen gobierno (12%).
La segunda nota destacable es la progresión que ha tenido la ayuda humanitaria, que pasa de suponer apenas el 2%, en 1986-1987, a algo más del 7% veinticinco años más tarde. Se trata de un componente variable, que es altamente sensible a la coincidencia de catástrofes o conflictos bélicos.
Los datos parecen sugerir no sólo que este tipo de incidencias se han hecho más frecuentes, sino también que existe por parte de la comunidad internacional un mayor compromiso para afrontar sus consecuencias. Aun así hay toda una serie de conflictos en curso que apenas reciben atención por parte de la comunidad internacional.
Grandes agregados |
1986-1987 |
2009-2018 |
Infraestructuras y servicios sociales |
25,3 |
36,7 |
Infraestructuras y servicios económicos |
19,8 |
12,0 |
Agricultura |
11,5 |
3,7 |
Industria |
6,7 |
1,7 |
Ayuda programática |
19,8 |
4,1 |
Ayuda humanitaria |
1,7 |
7,2 |
Otros |
15,2 |
34,7 |
Composición de la ayuda bilateral
En conjunto, cabría decir que se ha producido un basculamiento en la composición de la ayuda, en beneficio de las actividades de mayor contenido social; y, al contrario, en desmedro de las relacionadas con los sectores económico y productivo.
Semejante alteración no es vista de manera complaciente por todos: hay quien opina que el cambio pudo ir más allá de lo deseable. Se piensa, con razón, que el abandono de los sectores productivos puede tener consecuencias sobre las posibilidades de crecimiento futuro de las economías y, a través de ello, sobre las posibilidades de financiar y hacer sostenibles los logros sociales.