Artículo: Qué es la ayuda internacional para el desarrollo
Autor: Manuel García
La ayuda internacional al desarrollo, se refiere a la transferencia directa de recursos de los países industriales a los países en desarrollo para promover el progreso de estos últimos.
La ayuda internacional tiene dos componentes básicos: el bilateral (país a país) y el multilateral (la que canalizan los países del Comité de Ayuda al desarrollo) a través de instituciones multilaterales.
La ayuda internacional al desarrollo es internacional porque es una transferencia entre países; es ayuda porque tales corrientes no están determinadas por los mismos principios que rigen los flujos de mercancías y capitales en los mercados; y es para el desarrollo, porque éste es el objetivo que las debe guiar.
La ayuda internacional al desarrollo (AID) está definida por aquel ámbito en el que existe efectiva transferencia de recursos, bajo unos determinados niveles mínimos de concesionalidad que son establecidos internacionalmente. La ayuda internacional es, pues, una parte de la cooperación internacional.
Por otra parte, se entiende por cooperación internacional el conjunto de recursos y posibilidades que los países industriales ponen a disposición de los países en desarrollo, con el objetivo de facilitar su progreso económico y social.
Para que una determinada operación pertenezca al ámbito de la cooperación al desarrollo es necesario que no se derive del espontáneo funcionamiento del mercado (implica, por tanto, una cierta acción deliberada y no una mera operación mercantil) y que persiga el desarrollo del beneficiario.
Dentro de la ayuda internacional, el capítulo más importante es el de la ayuda oficial al desarrollo (en adelante, AOD), es decir, aquella que se promueve y financia con fondos públicos.
Orígenes y evolución
El sistema internacional de ayuda al desarrollo es un producto del orden internacional que nace tras la Segunda Guerra Mundial. No es que con anterioridad no hubiese intervenciones de desarrollo en los países más pobres, sino que en la mayor parte de los casos se trataba de acciones desplegadas en el marco de las antiguas estructuras imperiales.
En cierto modo, formaban parte de las responsabilidades que se le atribuían a la metrópoli en el ejercicio de su dominación colonial.
Lo que es nuevo y propio de la ayuda internacional es la donación entre Estados soberanos. O, para ser más precisos, el hecho de que los países desarrollados, de forma voluntaria y unilateral, decidan transferir recursos en términos altamente concesionales a los países en desarrollo con el propósito declarado (aunque no siempre consecuente) de alentar su progreso económico.
En 1946 se puso en marcha el Plan Marshall, una de las operaciones de ayuda internacional más exitosas de la historia contemporánea, que propició la rápida recuperación de la Europa de la posguerra. En aquella ocasión, los fondos norteamericanos se dirigieron hacia los países que partían de una estructura institucional asentada, con experiencia industrial previa y una destacable dotación de capital humano.
Sin duda, esas condiciones facilitaron el éxito de la operación de asistencia articulada a través del Plan Marshall.
Pero es en los años cincuenta del siglo XX, cuando comienzan las primeras operaciones de ayuda al desarrollo, lideradas por Estados Unidos. El Reino Unido y Francia, principales potencias coloniales de la primera mitad del siglo XX, se sumaron también a esa acción internacional, si bien de una forma más modesta, habida cuenta de la acumulación de esfuerzos que requería la reconstrucción de sus respectivas economías en los primeros años de la inmediata posguerra.
A los esfuerzos bilaterales se agregaron, en este periodo, las incipientes iniciativas desplegadas en el ámbito multilateral. En concreto, en 1948, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (origen del Banco Mundial) otorgó su primer crédito de desarrollo a Chile; y en 1951 inició sus actividades en África.
De forma paralela, en 1949 se creó en el seno de Naciones Unidas el Programa Ampliado de Asistencia Técnica. En la siguiente década se avanza en esta misma línea, tanto por parte del Banco Mundial, que crea, en 1956, la Asociación Internacional de Fomento (su ventanilla blanda), como por parte de Naciones Unidas, que en 1958 crea el Fondo Especial de Naciones Unidas, precedente del PNUD.
Pese a estos antecedentes, no será hasta la década de los sesenta cuando el sistema de ayuda al desarrollo “se institucionalice y adquiera la imagen que ahora muestra. En esa década se amplía el número de los países que deciden comprometerse activamente con la política de ayuda, al tiempo que muchos de ellos crean las primeras agencias públicas especializadas para gestionar las intervenciones de desarrollo.
La década comienza, además, con la conformación de un comité especializado (el Comité de Ayuda al Desarrollo) en el seno de la OCDE para coordinar los esfuerzos de los donantes bilaterales.
También se avanza en el ámbito multilateral. Así, en el seno de Naciones Unidas se crea, en 1964, a instancias de los países del Sur, la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) y, un año después, en 1965, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a partir de la fusión del Programa Ampliado de Asistencia Técnica y del Fondo Especial de Naciones Unidas.
En el ámbito de las instituciones financieras, en 1959, se crea el Banco Interamericano de Desarrollo. Ya avanzada la década de los años sesenta se crean, a imagen y semejanza del Banco Mundial, los Bancos Africano de Desarrollo y Asiático de Desarrollo.
Tras todo este proceso nace lo que hoy conocemos como Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID). Este concepto lo podemos definir como el conjunto de bienes, servicios y capitales que, con diversos grados de concesionalidad, los países industriales ponen a disposición de los de menor renta relativa, con el objetivo declarado de favorecer su progreso económico y social.
La política de cooperación internacional al desarrollo constituye una parte especializada de la política exterior de un país; y muy probablemente las limitaciones de ésta condicionen las posibilidades de aquélla.
Tras más de seis décadas de experiencia, el sistema internacional de ayuda al desarrollo experimentó en los años noventa del siglo XX una profunda crisis, cuyas raíces habría que buscar no sólo en los importantes cambios habidos en el entorno internacional, sino también en las dudas que suscitaba su funcionalidad como instrumento al servicio del desarrollo.
A partir de esas fechas se observa cierto desgaste por parte de los países donantes por la ayuda prestada. Una actitud de desánimo que alcanzaba también a los países destinatarios, entre los que no faltaban quienes reclamaban menos recursos asistenciales a cambio de una más efectiva apertura de mercados, una mayor transferencia de tecnología y una más intensa actividad inversora por parte de los países industriales.
Es en la década de los noventa cuando la ayuda al desarrollo cae desde el 0,35% del PNB propio de la década de los ochenta al 0,22% en que se situaba en el año 2000, la tasa más baja en la historia del Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE.